Tiempo para nosotros, tiempo para ser Equipo.
No se trata de buscar una excusa para quedar; es imposible poner excusas cuando se trata de juntarnos. Y aunque no estábamos todos, de cariño, no faltó ninguno.
Tocaba dejar Fuengirola, las visitas, las llamadas, los pisos… Tocaba ser nosotros mismos en un contexto distinto.
Todos presentes en aquellas letras, en aquellos cuplés pensados y escritos semanas antes. Infancia y pasado pueril mientras cortamos goma Eva y un disfraz nos vuelve inmunes a una sociedad compleja. Jugando a ser como ellos. ¿A caso el Carnaval no es un juego? Sabiéndonos una gota pequeña en ese mar de talento.
Camino de nuestra vecina Cádiz y su recibimiento siempre amable. Risas, bromas y los últimos ensayos en el coche…
La palabra Equipo se hace cada día, no se puede improvisar y en días así ese pegamento se hace más fuerte. Muy fuerte.
Carnaval, carnaval… Carnaval Te Quiero.
Ya en Cádiz y a buena hora. Y era buena porque íbamos directamente a comer y comer en esta tierra es acertar elijas el lugar que elijas, da igual si en locales y restaurantes jóvenes o tascas añejas en las que parece que no pasa el tiempo, donde el tiempo se detiene. Un buen vino y una sobremesa larga. Sin prisas, mil risas…
Mentidero, Puerta Tierra, La Viña, La Caleta… que bonito no sentirse forastero en ninguna de sus plazuelas. Calles que se van llenando de ritmos, de letras, de arte, de reírnos de lo serio. Cádiz sabe cómo hacerlo y acoge a todo aquel que se quiera sumar a su fiesta de color, de ironía, de broma y chufla.
Arte a raudales, letras de ensueño y embobados mirando a esos escenarios improvisados. Improvisado el lugar, que no el esfuerzo, ni el tipo, ni las letras… Una ciudad que redime sus pesares a ritmo de chirigota. Una ciudad generosa que, es más hermana que vecina, más allegada que extraña. Cien por cien coplera.
La noche nos sorprende cantando al ritmo de una comparsa con solera, rodeados de grupos con disfraces ingeniosos, de anónimos cantando, de complicidad propia y ajena. El dolor de pies nos vence, pero el corazón no quiere partir.
Decimos adiós a Cádiz, a un día que pasó volando, un día que nos dejó rendidos; tan cansados como contentos.
Y seguimos “ruteando”.
Ya descansados, un buen desayuno, sesión de fotos espontánea y camino de la ciudad del viento.
Tarifa, con un sol amable y un viento distraído, parecía haberse confabulado con la “tacita de plata” para regalarnos una escapada perfecta.
Tiendas, calles blancas, visitas obligadas, compras… y otra sobremesa de tertulia, de recuperar anécdotas del día anterior, de risas y más risas.
No hay agujetas más lindas que las que provocan las risas, ni cariño más firme que el que se gana poco a poco. Y Cádiz nos gana siempre porque no cambia nunca.
Dicen que un vino lo hace bueno la compañía y una escapada así sólo podía ser posible con las personas que forman el equipo Dilmun Property.
¡Gracias por más momentos inolvidables!